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Pieles NO

lunes, 11 de abril de 2011

Carta abierta a Dios


Tú, Señor del Universo, que mantienes las estrellas en los cielos y haces que cada primavera empiece otra vez el ciclo de la vida. Tú, el Gran Desconocido, que siempre escapas de quien te busca y te revelas a quien sólo usa su corazón, no te entiendo. A lo mejor eres el Dios de los budistas, el Orden que rige el Universo, el Tao eterno e inmutable, inatacable y sin fisuras. Entonces cuando muera volvere a Ti y seré parte tuya, y nunca entenderé por qué un día me desgajaron de ti. Perderé mi identidad para volver adonde salí.
No me gustaría que fueras el Dios de la Biblia, ese Yahvé caprichoso y malhumorado, mandando lluvias de codornices a tus pobres hebreos hartos de maná, y que entregaba al Pueblo Escogido una tierra ganada con sangre de los inocentes.
Preferiría, aunque no confío demasiado en ello, que fueras el Dios de Jesús, ése del que él decía “que ni un solo pajarito muere sin que El lo sepa”. Jesús creía firmemente que Tú estabas enterado de los partos de las gatas, de los sufrimientos de los perros, del cansancio del caballo y del dolor del lobo en la trampa. Por qué suceden estas cosas Tú sabrás. No pretendo llegar a averiguar nunca esto, pero me gustaría.Me gustaría que me explicaras por qué dejas que se torture a gente en las cárceles, a animales en laboratorios. Dicen que eres infinitamente bueno y poderoso, pero también incomprensible. Sé que recibes muchas oraciones, mucho incienso y alabanzas, muchas blasfemias y mucho desprecio. Pero me parece que muchas cartas no. Por eso, si un día Tú y yo nos encontramos, quisiera que recordases que fui yo quien desde un planeta de una pequeña galaxia de ese Universo que parece ser cosa tuya, te escribió una carta pidiéndote una explicación, muchas explicaciones a muchos por qués que no puedo comprender. Y también te pediría que ni una sola gota de sangre derramada desde que el mundo es mundo, de hombre o animal, que ni una flor pisoteada ni un bosque quemado, que ni un solo instante de dolor quedase sin…no quiero decir castigo…que no quedase sin pagar su precio en algo más precioso que el oro.

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