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Pieles NO

lunes, 14 de febrero de 2011

Las rosas antiguas







Si contemplamos cuadros antiguos donde aparezcan rosas, podremos notar que no son como las de ahora, productos de muchas hibridaciones. Las rosas antiguas tenían más pétalos, porque estaban más cerca de las rosas silvestres, y eran más pequeñas. Pero no carecían de encanto. Eran como más naturales, menos manipuladas por el hombre.


LAS ROSAS ANTIGUAS
Son aquellas creadas antes de 1867 a partir del cruzamiento al azar de rosas silvestres.
La definición oficial del término “Rosas Antiguas”, se refiere a aquellas originadas antes de la primera híbrida de té creada en 1867 y que se llamó “La France”, por Jean Baptiste Guillot, obviamente en Francia y por azar en medio de un sinnúmero de plantas obtenidas por semilla. Esta definición está aceptada internacionalmente por parte del Classification Committee, el Old Garden Rose Committee del American Rose Society y la comisión directiva del ARS de Alemania.
No obstante hay que aclarar que este tipo de rosas también han sido creadas después de esa fecha “bisagra” y que para recibir tal denominación el requisito principal es que las características de la especie estén claramente definidas, cosa que en la actualidad, con los innumerables cruzamientos, es harto difícil.
Esta definición abarca un espacio de tiempo de alrededor de 500 años, por lo que la diversidad de variedades es enorme. Como características comunes se puede decir que son bonitas pero florecen una sola vez al año, por lo que están restringidas a coleccionistas.
Aquí les ofrezco una pequeña galería de las más comunes.

PASO A PASO EN LA HIBRIDACIÓN
La rosa existe desde la antigüedad hasta nuestros días, comenzando con las silvestres de diferentes partes del mundo y los aportes que cada una de ellas ha hecho para ir incorporando color, perfume y hermosos pimpollos, como características principales. Actualmente además se busca también la obtención de nuevas formas, como ser arbustivas, tapizantes y trepadoras, incorporándoles el color y la belleza de las híbridas de té.
El resultado son aproximadamente 30.000 nuevas variedades, fruto de numerosos cruzamientos entre todas ellas, a tal punto que hasta los expertos suelen “rascarse la cabeza” cuando deben definir a qué tipo corresponde cada una. Es tal el “mejunje” (palabra aceptada por la Real Academia Española) que han hecho y es tal el grado de especialización alcanzado en los diferentes grandes viveros creadores de nuevas variedades, que ahora la tendencia es lisa y llanamente ponerle nombre de fantasía o -lo más generalizado- el nombre del vivero creador, como es el caso específico del vivero Meilland, de Francia, que opta por ponerles nombres que estén relacionados con ellos para que el gran público las identifique como propias ... y la competencia continuará seguramente entre estas casas de larga prosapia como la nombrada y otras de Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, principalmente.

LA HIBRIDACIÓN

La hibridación en siglos pasados era sumamente rústica. Si bien ya se conocía la función de la flor como órgano sexual de las plantas e incluso se diferenciaban los pistilos o estigmas como el sexo femenino y los estambres productores de polen como los masculinos, no se tenía aún un conocimiento de cómo esto influenciaba en la descendencia, hasta que Mendel develó el secreto con sus Leyes de la Herencia.
Lo que se hacía entonces, cuando se tenía uno o dos tipos de rosas que se deseaba mejorar, ya sea en su cantidad de pétalos, color o belleza del pimpollo, se las plantaba juntas en una misma maceta y se dejaba que se fecundaran mutuamente, luego se sembraba dicha semilla y había que esperar a que apareciera una flor, para saber si se tenía algo nuevo. Si se obtenía, el tema era perpetuar esta característica y entonces se recurría a la multiplicación agámica, o sea por gajo o estaca, que era lo único que garantizaba esa continuidad, pues si se sembraba semilla de dicha planta los resultados eran absolutamente inciertos y no se sabía el porqué.

EL PROCESO

El proceso de hibridación en sí es bastante sencillo de explicar y obviamente no tan simple de practicar. En definitiva, de lo que se trata actualmente es unir el polen de la planta “padre” con el pistilo de la planta “madre”, ambas obtenidas por siembra de sus semillas.
Obviamente para eso primero hay que quitar los pétalos de ambas , eliminar los estambres de la planta “madre” antes de que produzcan polen para impedir la autofecundación , “cosechar” el polen de la planta “padre” y con un cepillo húmedo trasladarlo sobre el estigma o pistilo de la “madre” . Hecho esto, inmediatamente se la cubre con un capuchón de papel para impedir cualquier arribo de polen foráneo e indeseado ... posteriormente el proceso es análogo al de años anteriores, o sea sembrar las semillas obtenidas, esperar a que florezcan y -si se obtiene algo nuevo y prometedor- hacer un seguimiento por una determinada cantidad de años para poder decir que se ha obtenido una nueva variedad .
Pero no termina allí la cosa, pues esa posible nueva variedad será a su vez controlada por organismos creados al efecto, que serán los encargados de autorizar al creador (sea un vivero o un particular) a ponerle un nombre, lanzarla al mercado y cobrar los derechos de autor por su trabajo.

LEYES DE LA HERENCIA

Pero la gran diferencia con tiempos antiguos es que los especialistas son mejoradores genéticos o genetistas. O sea que gracias al descubrimiento de las leyes que rigen la trasmisión de la herencia en la descendencia, se trabaja con bases firmes y no al azar.
Por ejemplo Austin, en Inglaterra (por nombrar un caso en particular) decidió usar este conocimiento para rescatar el perfume y otras características de las rosas antiguas y combinarlo con la paleta de colores de las híbridas de té, con lo cual dio nacimiento a lo que él bautizó como “rosas inglesas” o “antiguas rosas inglesas”.
Y antes de que me lo pregunte trataré de contestar. Generalmente se dice que una semilla híbrida no germina ... esto es cierto cuando el híbrido es producto de dos especies distintas, como es el caso del cruce del asno con la yegua o viceversa, pero en el caso de la rosa se trata de una misma especie que se cruza entre sí, por lo que la descendencia es fértil.

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