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Pieles NO

domingo, 28 de noviembre de 2010

El muérdago




Hoy lo podemos encontrar cortado en forma de ramilletes en casi todos los mercadillos navideños y llevarlo a nuestros hogares para sentirnos protegidos e invocar la paz. Pero una vez pasadas estas fechas, adquirir un manojo de muérdago es bastante difícil a no ser que lo tengamos localizado en algún rincón del bosque y seamos unos expertos arborícolas capaces de cortarlo con nuestras propias manos cuidando de que no caiga a la tierra ni toque el suelo.
Aunque casi todas las personas asocian esta planta con la costumbre navideña de besarse debajo de ella para conseguir un amor eterno o iniciar una relación amorosa, el muérdago es una de las plantas con mayor significado simbólico como protectora de las casas y los establos. Su popularidad arranca de tiempos prehistóricos y a su alrededor se han forjado cuantiosas leyendas que han llegado hasta nosotros con tanta fuerza que todavía hoy sentimos hacia ella una gran adoración hasta el punto de convertirse en un elemento casi imprescindible que adorna nuestras casas durante la Navidad.
Era sagrado para los antiguos druidas (sacerdotes celtas) quienes lo consideraban un símbolo de paz, un poderoso amuleto protector y un bien para cualquier mal físico o mágico. Además de emplearlo con fines terapéuticos su uso era muy común en los ritos de fertilidad y en las festividades asociadas al final del año celta, sobre el 1 de noviembre, y al solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre, fechas en la que se suele recolectar. El rito de cortar el muérdago era muy ceremonioso y complicado. Se debía coger el primer día de luna nueva y no se podía cortar con ningún instrumento de hierro o acero. Los druidas utilizaban una hoz de oro para cortarlo e inmediatamente lo ponían en una prenda blanca evitando que tocara la tierra o cayera al suelo. El muérdago más valioso es el que crecía en los robles, árbol considerado sagrado para los celtas. Con él confeccionaban guirnaldas y adornaban las casas para proteger a sus moradores de espíritus maléficos y evitar visitas indeseadas. Desde entonces se consideró una defensa contra brujas y demonios y se extendió la costumbre de colocar unas ramitas en las entradas de las casas. Y como este es el lugar de intercambio de besos con las visitas que llegaban, se creó esa vinculación que existe entre el muérdago y los besos. La planta, además, protegía de una forma especial a las parejas que se besaban en ese momento de feliz encuentro.
Algunas leyendas cuentan que sus poderes mágicos provienen de que fue creado como un elemento que no es del cielo ni de la tierra pues sus raíces no tocan nunca la tierra ni se sostiene por sí mismo en el aire. Y es cierto ya que es una planta parásita que crece en manojos sobre las ramas de otros árboles, encinas, pinos robles, etc., de donde obtiene los nutrientes necesarios para desarrollarse y vivir. Esta forma de subsistir parásita procede también de otra leyenda que convierte al muérdago en símbolo de la Cruz cristiana. En ella se describe que el árbol elegido para construir la cruz donde Cristo fue sacrificado sintió tanta vergüenza por este hecho que empezó a empequeñecer hasta convertirse en esta planta menuda que ni siquiera puede vivir por sí misma, sino a costa de otros árboles.
Pequeña, delicada y poderosa, a pesar de ser perseguida en la actualidad por su parasitismo, encierra un papel simbólico tan fuerte que si alguna vez nos viésemos privados de ella nuestros hogares se quedarían desnudos en fechas tan entrañables como la Navidad.
No confundir con el acebo.
Fotos: Dos de acebo y una de muérdago, mucho más vistoso y corriente.

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