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Pieles NO

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El silencio del miedo, y el miedo a recobrar la memoria




Ahora que los de la generación del miedo nos vamos haciendo ancianitos, o sea, los hijos de los que hicieron la guerra, sus nietos de pronto han tenido la ocurrencia de recuperar la Memoria Histórica. Aunque así a toro pasado suena falso, yo nunca la perdí, la dichosa memoria. No voté la Constitución porque me parecía una filfa, un engaño. Y porque me j... mucho tanta consigna (de esto hace 35 años) de que había olvidar y perdonar. ¡Perdonar!. Yo no viví la guerra, pero me tragué casi entera la maldita, asesina y castrante posguerra franquista, y nunca perdoné que me hubieran robado la juventud y la voluntad. Y otras cosas. Ahora los nietos de los asesinados por Paquito el de la voz de Pito (que fueron muchísimos, más de 150.000 en tiempo de "paz")están cavando las fosas de sus abuelos y por toda la piel de este condenado país no paran de aparecer huesos de rojos. Al juez Garzón, que quiso abrir el proceso, o comosellame, a estos asesinos, que la mayoría ya están muertos, cómodamente fallecidos en sus camitas de viejos, le persigue la "justicia" española, y ha tenido que poner pies en polvorosa. Porque no es lo mismo juzgar vivo a Pinochet, que le salió muy bien, que juzgar muerto a Franco y sus secuaces, que, muertos y todo, hay que ver lo que mandan aún desde la ultratumba. Qué razón tenía el payo con aquella frase: "Todo está atado y bien atado". Y tanto, que está costando sudores y angustias a los que pretenden deshacer el nudo gordiano de uno de los genicidios impunes que se han vivido, con el beneplácido de un Occidente que encima le apoyaba, o al menos hacía la vista gorda.
Yo me crié en el miedo.L@s niñ@s de ahora no saben lo que tienen, y los jóvenes a veces me dicen que "eso son cosas pasadas, que hay que olvidar", como si se estuviera hablando de tiempos del Cid Campeador a de Viriato.Yo en cambio sabía muy bien que había que callar porque el hablar de ciertas cosas podía costar muy caro a mi familia. Y eso que mi padre era un militar "franquista". Un poco raro, pues cuando en la TV salía Franco inaugurando pantanos, él se iba "a echar un pitillito". No lo soportaba. Nunca entenderé por qué se metió en una guerra asquerosa y del lado asqueroso. Supongo que para salvar la vida de mi abuelo, que en una Sevilla gobernada por el payaso peligroso de Queipo de Llano estuvieron a punto de fusilar a mi abuelo, que era un republicanote de toda la vida. El me dijo una vez que había ido voluntario "para correr aventuras", pero no me lo creo.
Mi madre era más práctica. Su abuelo materno (el paterno era dublinés) era el dueño del balneario de Sant Hilari Sacalm,de donde se saca el agua de La Font Vella,(y me fastidia horrores tener que pagar sus botellas) donde mi abuela y ella pasaban todos los veranos, y donde les cogió el 18 de julio. En ese balneario tomaban las aguas multitud de curas, frailes y obispos, todos invitados por el hermano mayor de mi abuela, el tío Pepe (que no tenia nada que ver con el jerez)y que estaba casado con Adelina, marquesa de Vallgornera. Todos eran unos beatos tremendos, baste decir que mi abuela, de las cuatro hermanas (o cinco, no recuerdo bien. Mi bisabuela tuvo 14 o 16 hijos...)fué la única que se casó, las otras todos se metieron monjas. Pero mi abuela se enamoró perdidamente de un abogadito ampurdanés llamado Alberto Cortey y no quiso casarse con el "hereu" al que la habían destinado. Fué capaz de refugiarse hasta la mayoría de edad en un convento para poder casarse con su "queridísimo Albert", que por lo visto era un señor culto, cachondo y encantador, que era juez de primera instancia y que murió de infarto fulminante a los 49 años. Cuando empezó la guerra ya había muerto. Entonces, mi abuela, acogió a sus hermanas monjas -y a algún que otro cura-en su casa de Gerona, y cuando iban los milicianos a hacer un registro, los metía a todos en la carbonera. Ella les decía: "-Sí, tengo la carbonera llena de curas. Mirad allá." Y los milicianos se reían y se iban. Muchos habían sido trabajadores en las tierras de su padre, y les llevaban longanizas, carne y un montón de comida para que no pasasen hambre.Y es que mi bisabuelo trataba bien a sus trabajadores. De una manera feudal, pero sí.
Mi madre, en la Gerona rojísima, para que no la molestaran, se afilió a la CNT (esto ya lo conté antes) y se vistió de proletaria, con unas espardenyas y cuatro trapos viejos. Pero no creía en nada, ni tenía la menor conciencia social. El único que la tenía era mi abuelo el del infarto, pero los otros eran unos fachas feudales beatos chupacirios.Al terminar la guerra mi madre se hizo de la Sección Femenina de la Falange, donde mandaba mucho.
Mientras, mi padre pegaba tiros en Granada, Guadalajara, Somosierra y otros lugares con mucho movimiento,(con perdón) pues no era hombre de retaguardia, y cuando les daban permiso , mientras los otros se iban de putas él se quedaba en la trinchera. Pero sus hombres le adoraban, igual que cuando, en tiempos de paz, en sus tiempos de capitán, era instructor de reclutas.Tenía carisma, vaya. Yo tambien siempre estuve "empapada", lo que provocaba los celos de mi madre.
Yo, aunque nadie se lo crea, cuando era una niña chica, ya odiaba a Franco, y tenía una caja de zapatos donde guardaba confetti de papel de estaño, que cortaba cuidadosamente y que sacaba de las tabletas de chocolate. Llegué a llenar la caja, y pensaba tirar el contenido por la ventana el día que se muriese Franco,en plan albricias, pero no llegué a poder cumplir mi ilusión, pues cuando el Paquito la cascó, yo ya estaba casada, y mi madre había tirado a la basura, despechada, todo lo que se había quedado en su casa y que me pertenecía. Y es que el dichoso Franco parecía inmortal. El día que se murió yo no me lo acababa de creer.
Cuando pequeña escuchábamos a escondidas Radio España Independiente-Estación Pirenaica (esto ya lo conté) y mis padres me decían que no me fuera de la lengua pues podrían tener problemas. Yo sabía muy bien qué clase de problemas eran, pero como ya dije antes que crecí en el miedo, no decía ni pío. La verdad es que yo era una niña políticamente muy difícil de asustar. Mis miedos iban por otros derroteros, el que me infundía la maldita clericalla con sus amenazas del infierno y cosas así.
Recuerdo que siendo yo pequeña a veces íbamos a Barcelona, a casa de mi tío Fernando, el hermano menor de mi abuela, que era un abogado con mucha pasta y que vivía en una torre en San Gervasio. A mí aquello me parecía un castillo encantado, todo lleno de escaleras, perros y con un jardín enorme. Pero lo que más me maravillaba era su despensa. Cuando mi tía Carmela (esta sí merece capítulo aparte), -granadina ella y salerosa,igualita a Paquita Rico-, la abría,yo iba detrás, y me extasiaba delante de docenas de latas de Nescafé, que tenía allí apiladas. Nosotros en casa tomábamos Nescafé, pero de acopio nada, y encima mi madre lo mezclaba con malta, para que durase más, y sabía horrible. Hambre no pasábamos, porque teníamos el economato de Aviación y allí había lo más imprescindible, hasta chocolate, pero de lujos nada.
A mí me gustaba ir a Barcelona entonces más que ahora. Ahora es una ciudad preciosa y alegre, pero antes era misteriosa, oscura y emocionante. Así como Palma era de lo más cateto, a modo de pueblo, Barcelona no. Yo recuerdo de noche metidita en la cama, en el castillo de mi tío Fernando, junto a mi abuela, oír las sirenas de la Policía yendo y viniendo, y aquello me parecia de lo más emocionante. Siempre me ha ido la marcha.
Pero volviendo al presente, yo quiero que se desentierren a todos los muertos, y que los asesinos, aunque estén muertos, sean públicamente avergonzados.
Yo no perdono, no os perdono, hijos de puta.Os hicieron a medida una vergonzosa transición , para que siguierais viviendo estupendamente, y eso fué lo que hicisteis.
Y los muertos por la libertad, en el santo suelo, con la boca llena de tierra.

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